A veces escucho voces. No, no estoy loca, ni soy esquizofrénica. Cuando cepillo mis dientes, cuando camino por la calle, antes de dormirme, o en la ducha… en ocasiones escucho voces. No son alucinaciones, no estoy loca, lo prometo. Es dialogo, son conversaciones que mi mente genera sin darme cuenta; si lo sé, es sumamente extraño, algunas personas me recomendarían un psicólogo, pero estas voces me ayudan a comprender, entiendo cosas que sola, realmente no podría. Puedes llamarlas conciencia o aburrimiento, sean lo que sean, me distraen de cosas que no quiero pensar, me facilitan el tener tiempo libre en mis manos.
Anoche escuche una conversación en mi cabeza. ¿Revelación? No lo creo, tal vez muestre la confusión que siento hacia el tema. El dialogo es entre un doctor, y su mejor amigo; están discutiendo, pues el doctor perdió lo más importante de su vida, y le cuesta trabajo pensar que alguien o algo pudo haber deseado un futuro así para el.
“Tienes que tener fe.” dijo su mejor amigo con una voz suave y gentil.
“¿Fe en qué? ¡Demonios!” gritó el joven doctor desesperado.
“Tienes que entregarle tu corazón a Dios.” Pidió con esperanza.
“¿Mi corazón? ¡Já! ¿Qué corazón? Yo entregué mi corazón. Lo di entero sin antes pensarlo ni dos veces, lo di con los ojos cerrados, ¿y sabes qué? Lo volvería a hacer, sin dudarlo.” Pausó un momento, calmándose. “Pero ya no hay nada en mi, ese maldito que llamas Dios, si es que existe, se lo llevó junto con ella.”
“Amigo, tienes que dejarlo ir, debes entender que todo pasa por algo. Cree, el tiene algo en tu destino, pero necesitas ayudarlo, confía en el.”
“¿Todo pasa por algo? ¿Destino? ¿Sabes qué es eso? ¡Basura! Eres el maldito arquitecto de tu desgraciado destino. ¡Mierda! Eso es. He hecho todo lo que está en mis manos, todo por tener una buena vida, por darle a alguien mi vida, pero ¿sabes qué? Mis decisiones, por más buenas y sensatas que fueron, mis planes anticipados, todo fue inútil; porque mi maldito destino, Dios, o cómo demonios lo quieras llamar, me arrebató todo lo que tenía, se llevó a mi esposa, ¡con mi hijo en su vientre! Así que dile a esa basura que llamas Dios, que se joda, con todo y su fe y su maldito destino.” Gritó exasperado, su rostro estaba rojo, sus ojos ansiosos.
“¡Tienes que calmarte! No tienes idea de lo que me duele verte así, eres mi hermano, crecimos juntos, me duele. ¡Tienes que seguir adelante!” dijo mientras una sola lágrima escapaba de su rostro.
“¿Calmarme?” preguntó incrédulo.
“Si calmarte.” Ordenó mientras él hacía lo mismo. “Continuar con tu vida, seguir adelante.”
“¿Mi vida?” Preguntó con sarcasmo crudo en su voz. “Mi vida es este maldito hospital, sigo viviendo únicamente para ayudar, ¿entiendes? No sirvo para nada más, soy incapaz de sentir algo que no sea odio.” Dijo apenas un susurro.
“No me daré por vencido, no voy a quedarme parado viendo como destruyes tu vida.” advirtió.
“En ese caso, en verdad espero que encuentres un asiento muy cómodo, porque no voy a cambiar, se acabó.” Respondió con dureza.
“Eso lo veremos, sólo Dios lo sabe.” Recordó con fe visible en su mirada.
“Que se joda tu maldito Dios.” Dijo entre dientes mientras salía de la habitación.
“¿Fe en qué? ¡Demonios!” gritó el joven doctor desesperado.
“Tienes que entregarle tu corazón a Dios.” Pidió con esperanza.
“¿Mi corazón? ¡Já! ¿Qué corazón? Yo entregué mi corazón. Lo di entero sin antes pensarlo ni dos veces, lo di con los ojos cerrados, ¿y sabes qué? Lo volvería a hacer, sin dudarlo.” Pausó un momento, calmándose. “Pero ya no hay nada en mi, ese maldito que llamas Dios, si es que existe, se lo llevó junto con ella.”
“Amigo, tienes que dejarlo ir, debes entender que todo pasa por algo. Cree, el tiene algo en tu destino, pero necesitas ayudarlo, confía en el.”
“¿Todo pasa por algo? ¿Destino? ¿Sabes qué es eso? ¡Basura! Eres el maldito arquitecto de tu desgraciado destino. ¡Mierda! Eso es. He hecho todo lo que está en mis manos, todo por tener una buena vida, por darle a alguien mi vida, pero ¿sabes qué? Mis decisiones, por más buenas y sensatas que fueron, mis planes anticipados, todo fue inútil; porque mi maldito destino, Dios, o cómo demonios lo quieras llamar, me arrebató todo lo que tenía, se llevó a mi esposa, ¡con mi hijo en su vientre! Así que dile a esa basura que llamas Dios, que se joda, con todo y su fe y su maldito destino.” Gritó exasperado, su rostro estaba rojo, sus ojos ansiosos.
“¡Tienes que calmarte! No tienes idea de lo que me duele verte así, eres mi hermano, crecimos juntos, me duele. ¡Tienes que seguir adelante!” dijo mientras una sola lágrima escapaba de su rostro.
“¿Calmarme?” preguntó incrédulo.
“Si calmarte.” Ordenó mientras él hacía lo mismo. “Continuar con tu vida, seguir adelante.”
“¿Mi vida?” Preguntó con sarcasmo crudo en su voz. “Mi vida es este maldito hospital, sigo viviendo únicamente para ayudar, ¿entiendes? No sirvo para nada más, soy incapaz de sentir algo que no sea odio.” Dijo apenas un susurro.
“No me daré por vencido, no voy a quedarme parado viendo como destruyes tu vida.” advirtió.
“En ese caso, en verdad espero que encuentres un asiento muy cómodo, porque no voy a cambiar, se acabó.” Respondió con dureza.
“Eso lo veremos, sólo Dios lo sabe.” Recordó con fe visible en su mirada.
“Que se joda tu maldito Dios.” Dijo entre dientes mientras salía de la habitación.
Quédate conmigo si quieres descubrir junto a mí, el principio, y el final de esta posible conmovedora historia, eso me agradaría mucho. En lo contrario, te puedes estar perdiendo de algo muy interesante… al menos eso espero. (: